Los tiempos cambian. Y cuando decimos que
cambian no significa que sea para peor. Simplemente quieremos decir que
cambian.
Largas años atrás el hombre bajo ningún
aspecto iba a poner como excusa que no concurriría a una reunión con sus amigos
porque su esposa le podía hacer una escena. Manifestaba que debía terminar un
trabajo que debía presentar ineludiblemente al día siguiente, que su Jefe lo iba
a llamar por la noche por un asunto de vital importancia, alguna cita
incomprobable previamente programada pero jamás iba a declarar que su esposa lo
prefiere en casa para ayudar con distintas tareas o simplemente por que son
reglas hogareñas a cumplir durante la semana laboral.
No estamos criticando al pollerudo que
regresa al hogar donde ambos conyuges trabajan y tiene que colaborar con
distintas tareas, estamos exhibiendo la conducta del pollerudo que observa a su
esposa como una madre, y ni siquiera se anima a decirle que prefiere quedarse bebiendo
un agua mineral con sus amigos en el club unas horas más para dialogar sobre la
nada misma.
Estamos siendo espectadores perplejos de
que prefieren la broma de los amigos ante que los gritos de su pareja, que no
entiendo que se retraso sin malicia alguna. En este caso estamos advirtiendo un
cambio. En épocas no tan lejanas bajo ningún aspecto el hombre prefería que su
imagen se viera mancillada porque pensaran que temía las reproches que pudiere
recibir por inofensivas conversaciones con amigos de la vida.
Al fin y al cabo, se siente orgulloso de
la táctica de volver rápido para evitar la discusión, que le posibilitará un
permiso para futuras salidas que nunca utilizará porque no sabría que hacer con
ellas.
La pollera no se mancha es el lema del
pollerudo, que cederá su libertad por ver sin reproches su programa deportivo
de la semana…… si ella no le convence ver juntos en Netflix “Friends”…