sábado, 18 de julio de 2015

El pollerudo orgulloso.


Los tiempos cambian. Y cuando decimos que cambian no significa que sea para peor. Simplemente quieremos decir que cambian.
Largas años atrás el hombre bajo ningún aspecto iba a poner como excusa que no concurriría a una reunión con sus amigos porque su esposa le podía hacer una escena. Manifestaba que debía terminar un trabajo que debía presentar ineludiblemente al día siguiente, que su Jefe lo iba a llamar por la noche por un asunto de vital importancia, alguna cita incomprobable previamente programada pero jamás iba a declarar que su esposa lo prefiere en casa para ayudar con distintas tareas o simplemente por que son reglas hogareñas a cumplir durante la semana laboral.
No estamos criticando al pollerudo que regresa al hogar donde ambos conyuges trabajan y tiene que colaborar con distintas tareas, estamos exhibiendo la conducta del pollerudo que observa a su esposa como una madre, y ni siquiera se anima a decirle que prefiere quedarse bebiendo un agua mineral con sus amigos en el club unas horas más para dialogar sobre la nada misma.
Estamos siendo espectadores perplejos de que prefieren la broma de los amigos ante que los gritos de su pareja, que no entiendo que se retraso sin malicia alguna. En este caso estamos advirtiendo un cambio. En épocas no tan lejanas bajo ningún aspecto el hombre prefería que su imagen se viera mancillada porque pensaran que temía las reproches que pudiere recibir por inofensivas conversaciones con amigos de la vida.
Al fin y al cabo, se siente orgulloso de la táctica de volver rápido para evitar la discusión, que le posibilitará un permiso para futuras salidas que nunca utilizará porque no sabría que hacer con ellas.

La pollera no se mancha es el lema del pollerudo, que cederá su libertad por ver sin reproches su programa deportivo de la semana…… si ella no le convence ver juntos en Netflix “Friends”…

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